Tanto del lado científico como místico, a ningún fenómeno planetario se le ha prestado tanta atención, como a los ciclos y tránsitos entre Venus, la Tierra y el Sol; este acontecimiento sideral es el más seguido, temido y admirado, en toda la historia astronómica. Casi todas las cartillas y calendarios paganos y sobre todo mesoamericanos, están basados en los ciclos sinódicos o alineaciones de Venus.
Las civilizaciones del pasado, desconociendo al Dios Creador, distinguieron más su creación; así neciamente denominaron a Venus, como a una diosa; como la madre divina, como el icono del amor, el planeta que despertaba la conciencia humana. La mayoría de estas culturas afirmaban que este planeta marcaba el fin de los periodos de la historia y el renacimiento de nuevos ciclos históricos.
Lo que sucede, es, que como a los tres reyes sabios, que venían de distintos caminos y continentes, encontrándose durante su travesía. Ellos confirmaron y siguieron señalando la alineación de cinco planetas que los había inducido a hacer este viaje; alineación sucedida en el año 7 A.c. Denominada por nosotros como la estrella de Belén, acontecimiento astronómico que marcaba profética y astronómicamente el nacimiento del Rey de reyes y Señor de señores. Así es, como el Creador de los cielos y la tierra ha dispuesto fantásticamente toda su creación.
Por eso el salmo dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Entonces, estén abiertos nuestros ojos físicos y espirituales; antes, durante y después de este importante acontecimiento del tránsito de Venus, este 5 de junio de 2012. Pero, después, que notemos sucesos históricos coyunturales, no cometamos el error de nuestros antepasados; dándole la gloria a las criaturas, antes que al Creador.
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